Wanda salió de su habitación, el amor de su vida acababa de irse volando y un hombre estaba esperando su regreso. Ella amablemente le pidió que se fuera y se sentó en lo alto de la escalera durante días, esperando que Otis regresara. Él nunca lo haría.

La ira se apoderó de la anciana y encendió una llama en la pared de la casa de madera, vio cómo se convertía en humo y pasó la noche en el campo. La tierra recién regada estaba blanda y encontró algunas berenjenas más grandes para que le dieran refugio.

Durante muchas noches, miró las estrellas entre las berenjenas, en busca de luces en movimiento. Con el tiempo, los cultivos empezaron a envolverla y consolarla. Era como si pudieran sentir su dolor y desearan protegerla de él. Lo que realmente estaba sucediendo era un efecto de los muchos experimentos extraterrestres en la granja.

Las berenjenas no sólo la envolvieron, sino que comenzaron a fusionarse con ella. A Wanda le resultó difícil saber dónde terminaba ella y dónde comenzaban las berenjenas.

Una mañana, Wanda estaba irreconocible. Se había convertido completamente en una berenjena. Se dio la vuelta y se puso de pie sobre dos tallos podridos que hacían de piernas. Sus brazos también eran tallos negros y podridos de los que tenía total movilidad.

Era obvio lo que debía hacer. Fue a la ciudad en busca de ropa que se adaptara a su nuevo y rechoncho cuerpo. Wanda descubrió que podía correr a buen ritmo y luego rodar aún más para poder viajar más rápido.

Al llegar a la calle principal, se escucharon gritos en todas direcciones. El ruido era confuso y provocó que los tallos de la berenjena se enraizaran en el suelo. La berenjena se envolvió para proteger a Wanda. Creció el doble de tamaño.

Una vez desprendida, la criatura rodó hacia la tienda de ropa, sin saber ya por qué lo hacía. Se estrelló contra el frente y se quedó de pie entre los escombros. De su boca colgaban las personas que estaban acurrucadas en su interior. Todavía estaban despiertos, por lo que gritaron por sus vidas.

Nuevamente, la berenjena entró en modo de defensa, enraizándose y creciendo para proteger a la esposa del granjero que casi había desaparecido.

Se produjo un alboroto. Wanda era imparable en el centro de la abominable berenjena.

La intervención militar no pudo detener la destrucción, ni tampoco Wanda desde el interior de su caparazón afrutado.

Lo que puso fin al alboroto fue la visión de un platillo volante. Agua espesa salió de los ojos del monstruo y se encogió con la pérdida de líquido. Wanda recordó la pérdida de su marido y añoró su hogar. Rechazó misiles y balas, echó a correr y rodó hasta la granja.

Había olvidado que la granja había desaparecido. Todos los cultivos estaban muriendo. Su antigua vida casi fue borrada. La rabia dentro de ella hizo que la berenjena se envolviera en un capullo. Dejó que se hiciera cargo, quería que Wanda muriera como las cosechas. Ella quería que todo lo que quedara fuera el monstruo. Ella cedió ante Wumpus.